lunes, 20 de mayo de 2013

Calella, agua de paz


                                                             ERNEST DESCALS (pintor)

La nostalgia me ha seguido desde el tren de cercanías de Barcelona hasta el mismo hotel donde me alojaba, cuando nos resistimos a ella, a la tristeza, ésta surge sin más y me veo otra vez dando vueltas a temas que ya pensaba que estaban zanjados. Eso es lo que ocurre cuando quiero salir, salir de la rutina y de la comodidad y hacerme responsable, por fin, de estar sola por decisión y aprendizaje.

Se me pasó un poco la tontería mientras estaba en el agua, una sensación de plenitud me embargaba y me sentí de nuevo en paz, mi cuerpo buscaba paz y no tanta reflexión y me fundí con los ojos cerrados en esa bendita sensación de agua cálida. Sólo encontré pensamientos y pensamientos aunque pude desecharlos  qué difícil es deshacerse de los recuerdos y experiencias vividas.

Y mientras salía camino a la ducha, dejé la toalla en recepción y una curiosa chica me preguntó ¿Vas tu sola, tu no ibas acompañada? Y yo, imagino, con los ojos mirando al suelo y pensando ¿Tanto se me nota?, le dije un silencioso "no" y me fui con mi típica sonrisa de circunstancias  Y eso, fue eso, precisamente lo que me hizo espabilar y decirme que por algo me había dicho eso, que era un mensaje de "va, espabila ya, estate sola y disfruta que aunque quieras disimular, se nota y no hay remedio". ¿Para qué disimular un viaje si precisamente era el motivo de mi diversión?

Así hice, me cogí el bolso y con mi mejor cara salí a recorrer las calles de Calella, a ver gente, a escuchar conversaciones, caminar por caminar, pararme en tiendas, comprarme algo bonito, hacer fotos, sonreír  decir hola, perdón, gracias, muy amable, de nada... y todas esas nimiedades que para mi me han hecho estar contenta. Pequeño detalles que estando con alguien ni me fijaba y que estando yo se me hacían muy presentes.

Se hizo de noche, cené en un bar tranquilo, me leí mi revista, estuve atenta a los paseos de los extraños, de las parejas, de los niños, me convertí en una observadora y me hice cargo de las pocas veces que había hecho esto, porque prefería estar en consonancia con otro en vez de mirar por mi misma. El resultado fue, una mezcla de recuerdos, tristeza y paz.

Me dormí pensando en que este mundo está para ser observado y no juzgado. Que estamos aqui como caminantes y viajeros en un camino todavía por hacer. Que estoy sola y por decisión aunque podría escoger a alguien y no quise. Elegí sorprender a la gente de Calella solamente conmigo misma y la sorpresa me la llevé yo al encontrar algo de paz, algo de recuerdo y algo de madurez.

Aunque el tiempo no me acompañase tampoco, seguí mi camino de nuevo a mi casa. Con las manos vacías y con una nueva experiencia que espero condicione mi nuevo rumbo, viajando.


domingo, 5 de mayo de 2013

Planes



Vivir el presente es una experiencia agotadora, a veces me escapo y organizo mi futuro ideal y que bonita recompensa cuando las cosas te van encajando, cuando ves que tienes tiempo para ti y que puedas forjar ese futuro sin mucho más problema que la pereza.

Y ahora, después de un desengaño de dos años de duración, en donde ya he hecho las paces conmigo misma y con el hombre que fue mi pareja, doy un paso más a mi independencia personal, a hacer más camino y me encuentro sola, por decisión, sin estar triste por esa soledad que no me he permitido nunca y que ahora si, es el momento, de entrar en ella y verme sumergida en esas dudas, en esos miedos producto de un autoengaño mío que viene de lejos: la comodidad de estar acompañada.

He dejado la compañía atrás y quiero desenvolverme sola, a ver que me ocurre y a ver que me encuentro, será una manera de decirles a todos que quiero pasear conmigo misma y aunque tenga tantas dudas, la experiencia por otra parte me pide a gritos que lo haga. Le haré caso, volveré a ser sumisa pero esta vez conmigo, sin ser de nadie más que de mi misma.

Puedo verme ya escogiendo la ropa para irme a Calella, un fin de semana de spa al lado de la playa, por aquello de permitirme hacer un viaje sola y que no esté muy lejos de mi casa. Nadie me conoce allí, no siento miedo por ello, me llevo bikini y la valentía de poder tomarme un mojito en alguna terraza en compañía de mi libro y del sol o tal vez la brisa.

Después, cuando ya se puedan oler las fogatas de Sant Joan de mi Barcelona, me escaparé de ella porque me conozco ya sus fiestas y sus noches, quiero cambiar de rumbo y me iré, esta vez acompañada de gente con la misma ansía de viajar solos, a la Provenza francesa. A ver jardines, flores, paisajes que ni siquiera imagino porque desconozco la zona y voy a ir así  sin nada, sin ideas y espero disfrutar del viaje donde te lo organizan todo y sólo puedes hacer una cosa: vivir.

En Julio, un mes que para mi no significa mucho, espero revivirlo yendo a Mahón, con mi maleta rosa, mis gafas de sol y muchas ganas de playa desconocida y el mérito de haber volado por unos días con mis soledades. Tengo ganas de ver Baleares, me han hablado tan y tan bien de ellas que no he podido dudar al ver una oferta en Internet  Además, como una fuerza del destino, el vuelo más barato compagina perfectamente con mi horario laboral y una sonrisa se me ha dibujado en la cara. Mallorca, Mahón...

Y para finalizar y como planazo de estas vacaciones, mis vacaciones, ya he reservado 6 días para visitar un país que me tiene enamorada desde la adolescencia: Rusia. Ni que decir tiene todo lo que está pasando en mi cabeza respecto al viaje y como me lo voy a organizar. Queda tiempo y estoy ya impaciente de empezarlo todo.

Lo que más me da pena, quizás melancolía, es que todo esto, todos estos planes y viajes podría haberlos hecho con él si este hubiese querido. No hubo manera y ahora que me siento libre y para darme los caprichos de estos años encerrada en mi permitida sumisa, soy algo impulsiva y mirando como siempre el monedero, me encargo esta vez de mirar y cuidar de mí, porque ya se me agotó la paciencia de estar por el otro, por quien sea.


jueves, 2 de mayo de 2013

Letras para ti



Todavía parece que te escucho hablar sobre algo banal, parece mentira pero me gustaba verte enfrascado en algún lío laboral y como te enfadabas, te reías y finalmente me cogías de la mano para darme a entender que nada de eso importaba si estaba yo ahí a tu lado.

Recuerdo vivamente tu piel recién lavada por el agua fresca de la ducha y como me gustaba hacer pequeños corazones con la punta de mi lengua en tu espalda y tu sentías cosquillas, reías y me abrazabas y de mientras, el agua y el jabón salían de nuestros cuerpos y nos fundíamos en un largo beso y el tiempo parecía no tener fin al igual que nuestros sentimientos.

Dormir a tu lado era una mezcla de paz, ternura y mucho calor. Me derretía por ti, por el contacto de mis dedos en tus surcos, en tus labios y besaba cada pequeño matiz de tu firme piel. Me derretía por saberte tuya y que nos amaríamos esa noche, al igual que otras, y terminaría con un largo suspiro y un abrazo hasta la mañana siguiente.

Verte leer, hacer la comida, esos quehaceres diarios tan aburridos a mi me hacían sentirme orgullosa de tenerte a mi lado, esas pequeñas cosas del día a día que acabamos por acostumbrarnos pero que si te detienes y los saboreas, son momentos espléndidos y son los que más echas en falta cuando ya no ocurren, como es mi caso.

Sentada en el autobús esperando otro nuevo fin de semana, me mordía las uñas por la culpa de no poder hacer de nuestra relación algo duradero y sano.

Finalmente, en cuanto el afecto se volvió indiferencia, nuestro cuerpos llenos de reproches mentales, emociones sin decir y malestares varios, decidieron darse fin y en un fundido en negro, como dicen los directores de cine, nuestra historia de amor acabó, con el titulo de FIN y mis lágrimas agrías de tristeza y desamor que me habían dejado tus caricias, ya perdidas, en el fondo de mis entrañas.

Te amé y ahora te sigo amando a mi manera, no hay culpas, hay realidad y ésta es que no estamos preparados el uno para el otro, hay amor, hay pasión pero nos falta entendimiento.

Para Óscar, con amor.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Me miro en el espejo



Vivo en una constante distimia producto de mis inseguridades y las deudas que tengo pendientes con mi cuerpo. Me he hecho mucho daño con mis complejos y no he sido buena con el, es por eso, que a mis treinta y un años me sienta un poco madura y un poco adolescente, como aquel personaje que no quería crecer por miedo a hacerse mayor.

Me miro en el espejo y veo uno ojos brillantes de color castaño claro, con algo de rojizo y unos puntos blanquecinos. La pupila negra me asombra y me hace sonreír  La forma de mis ojos me hace parecer una niña ya que son pequeños y traviesos, profundos, todos me dicen que mi mirada esconde lo profundo de mi alma y pensamiento y que ya puedo mentir que ella me descubre a los demás.

Expresividad y sonrisas, risueña y sonriente. Me veo sonreír por todo y me gusta aunque también me veo llorar, esas lágrimas saladas que llegan hasta el final del cuello y me hacen sorber, en mi intimidad, me gusta paladearas y sentirlas mías, son producto de mi tristeza.

Mi nariz es pequeña y respingona, mi boca se asemeja a un tajito de mandarina porque mis labios son jugosos y aunque pequeños, voluptuosos y me encanta enseñar mis dientes en la sonrisa de mis días.

Al ser de estatura pequeña, creo que mi cabeza es más grande de lo habitual y me veo cabezona, no es un complejo sino que si me ves lo primero que te fijarás es en mi pelo y mi cabeza. Soy morena de nacimiento y ahora me hice mechas doradas que me dan brillo y color. He amado el pelo largo toda mi vida y mi pasión es el cuidado del pelo. Pocas veces lo he teñido porque lo quiero tener sano y con vida.

Tengo los hombros anchos y espalda también ancha que se va afinando en una cintura bastante estrecha. me gusta el busto que tengo ya que llama mucho la atención. Antes, de adolescente, aberraba el tener que ponerme en tirantes y que vieran mis pechos, la vergüenza que sentía me obnubilaba. Ahora, tras hacer las paces con ellos, los enseño discretamente y forman parte de mi sensualidad.

De mi cintura puedo contar mil maravillas, me encanta. Los vestidos me encajan y me hacen una figura muy femenina. Los pantalones al tener piernas gorditas me lo tengo que pensar mucho al ponerlos y creo que me quedan bien con bailarinas o tacones que afinan mi figura.

Mi trasero es abundante y grande, gran complejo que tuve en mis años de instituto porque lo veía enorme, como una deformidad que no sabía para que servía y que quería anular a toda costa. No ayudaron las crñiticas de compañeros y me hundía en mi misma la ver que ese bulto no lo podía esconder.

Ahora, aunque todavía lo veo grande, sé que es algo más de mi y de mi figura femenina, un punto a expresar cuando bailo y estoy en plan sensual buscando guerra. Con vestidos y faldas aun se acentúan más esas curvas y me defino como una mujer madura pequeña y con curvas, y a día de hoy, estoy encantada con mi figura.

Hay días en que la dichosa distimia me hace entristecerme y me veo un bicho raro, es como todo lo dicho fuera algo que dijera en un algún momento eufórico y ya nada de eso existiera, como un subidón de autoestima. La constancia y el quererme han hecho que sea más consciente de que soy una mujer bella y que me queda mucho por aprender, por experimentar y vivir.

Si me miro en el espejo, tan solo me veo en el presente, una chica con ganas de vivir,