Cuando era una adolescente vivía más feliz que una perdiz, luego pasaron los veinte tantos estudiando, trabajando y yendo de un sitio a otro. Empieza la treintena ¿qué será de mi?
martes, 10 de septiembre de 2013
Experiencias de viajar I
Este verano me propuse estar activa y se me ocurrió que con los ahorros del año, podría invertir en viajes personales. Pensé y reflexioné en que no había otra manera más efectiva y divertida que gastar y vivir durante un mes para mi misma y la idea me fascinó, así que enseguida me puse manos a la obra e inicié una organización personal para poder disfrutar al máximo las ciudades que visitaba y a mi misma.
Empecé por las más difíciles, Moscú y San Petersburgo. Ahora, que he podido digerir ese viaje me parece que han sido las más complicadas. Primero porque son ciudades poco dadas al turismo y noto cierto , como diría yo, resentimiento o rencor a los occidentales. Quizás fueran las maneras un tanto marciales en el tono de voz de los camareros o gente que trabaja de cara al público o turistas pero se podía sentir algún sentimentalismo comunista y esto lo pude comprobar con las funcionarias (si, mujeres, la mayoría de trabajadoras son mujeres) de los teatros, museos y palacios que visité. Sus caras eran tristes, ojos claros y apagados, ni una sonrisa de saludo, ni una palabra que no fuera: niet, da...
La seguridad de la que se ocupaba la Plaza Roja y los monumentos a los caídos en la II Guerra mundial eran hombres, la mayoría muy jóvenes, imberbes, rubios y de ojos muy claros. No sonreían claro y con las manos en la espalda, nos observaban mientras pasábamos delante de ellos. Habían tantos y tan parecidos que se me ocurrió que han creado un perfil de guardias de seguridad para acceder al puesto. Me transmitían frialdad y rigidez, supongo que el clima, la educación y todos esos factores genéticos les hacen ser así, tan diferentes a los del sur.
La ciudad de Moscú es enorme y surrealista, con sus monumentos enormes dados a una megalomanía excéntrica estalinista y una religión ortodoxa que dominó al pueblo con sus castigos al cuerpo, dando más énfasis a la espiritualidad. Es por eso que no encontré ningún cuadro anterior al siglo XV ni ninguna escultura...todo era castigado porque el cuerpo, la carne, era fruto del demonio. Ahora puedo entender el porqué de esa conducta actual moscovita, al ser tan ortodoxos, al tener arraigado el comunismo más feroz, sólo cabe la posibilidad de tener personas que trabajen, den su vida al gobierno y no se ocupen de sí mismos ni de su felicidad. Quizás su idea de felicidad es muy dispar a la mía, no puedo juzgar sobre ello, tan sólo compararla y me parece muy triste.
En San Petersburgo, al principio, daba la sensación que era una ciudad más amable y elegante. Lo segundo si es cierto, lo primero a lo largo de tres días pude comprobar que no. Sólo hace 10 años que tienen turistas y eso se nota. No hablan inglés y has de usar tu creatividad para que te entiendan. En el metro, en los tranvías, era fácil equivocarte y daba miedo preguntar porque ponían cara de fastidio. Menos mal que encontré a varias mujeres que sí se prestaron a indicarme el camino correcto al hotel y alguna estudiante de español que tenía la ilusión de ir a probar suerte a Barcelona, tal como me contó, que también me ayudó a descifrar algo el alfabeto cirílico. Les doy las gracias desde aqui, muchas spasivas.
No iba sola por Rusia, tenía un grupo de Singles y me hice más con dos chicas de Barcelona que me parecieron muy buena gente. Una, psicóloga y la otra administrativa. Con la psicóloga pude hacer más amistad y nos paseábamos fuera del grupo, sin entrar en souvenires baratos ni en los lugares donde nos aconsejaba la guía de pasar. Enseguida nos dimos cuenta que los guías ahí tenían cierta comisión con las cafeterías, tiendas y pasamos de ir, fuimos por nuestra cuenta. Encontré la casa del libro donde compré una guía sensacional de la ciudad, nada que ver con lo que venden los tenderos de calle a cinco euros. Y también de pura casualidad, una librería antigua donde encontré "El jugador" a un precio mínimo y que me prometí a mi misma empezar una vez acabase con Sarte y su existencialismo.
Con el grupo en sí me sentí bien, aunque no hice grandes esfuerzos por agradar ni entrar en amistad con nadie, iba a mi bola. De hecho, disfrutaba más de mis paseos con la psicóloga que de las cenas que hacían con vino y vodka hasta casi el amanecer, realmente no me apetecía y no lo hice, no me arrepiento de nada.
Volver a Barcelona y tener unos días para mí fue perfecto para digerir este viaje. ME sentía algo apagada por la desilusión de Moscú, me la esperaba de otra manera, más una ilusión adolescente que tenía apegada como una espina en el corazón de quinceañera mientras estudiaba a los bolcheviques y las ideas de Lenin, ahora nada tiene que ver con aquello y para más inri, ni te enseñan ni te explican esa época comunista, supongo que nos les gusta enseñar sus miserias.
Eché de menos lo agradable de una sonrisa mientras estuve allí, eché de menos el poder salir por la ciudad sin tener que ir mirando si alguien quiere hacer algo raro (habían mucho borracho suelto o indigentes que te escupían) y eché de menos esa manera de tratar al turista que de buen gusto y agrado trabajan aqui en España. No eché de menos la independencia y libertad de poder estar allí sin ser visto, me pude esconder y nadie me echaba en falta, podría haber desaparecido y nadie se hubiera dado cuenta.
De esta experiencia y a modo de resumen, saco la conclusión de que no hay que tener miedo a viajar con compañeros de viaje que no conoces, yo tenía la opción de ser muy amigable o no, todo decisión mía y sin fustigarme por no ser lo que debía ser. Fui autentica y me lo pasé genial, ser falsa no lleva a ningún sitio.
Sigo en mi misma linea discreta y callada, a mi bola, sin ser autista claro pero tampoco la reina del lugar que tanto me da por saco. Equilibrio, libertad, ser alguien sin sentirme mal conmigo. Me costó, lo conseguí y estoy cansada pero feliz.
Un viaje, una experiencia realmente horosho.
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